Tuve un inquilino horrible. Era un tipo muy majo, pero era una pesadilla vivir con él, así que, cuando por fin se fue, un amigo mío me recomendó Airbnb y no me lo pensé dos veces.

Nunca olvidaré cuando, la noche antes de que recibir a mi primer huésped, pensé: «Pero ¿qué estoy haciendo? ¡Podría estar alojando en mi casa a un asesino con un hacha!». Quien llegó en realidad fue un chico supermajo de Boston en muletas. ¡Fue un buen recordatorio de que siempre debo seguir mis sueños!

Pongo toda la información posible sobre mi barrio, me aseguro de que todo esté limpio y ordenado y presto atención a los detalles, asegurándome, por ejemplo, de que haya suficiente papel higiénico. ¡Es increíble lo mucho que temen los huéspedes que se acabe!

No demasiado, porque Airbnb se adapta a mi estilo de vida todo lo posible y, cuando necesito un descanso, simplemente lo marco en el calendario de la plataforma.

Que los huéspedes me inviten a cenar.

Sin ninguna duda. Fue una de las cosas que me hizo decidirme a unirme a Airbnb, porque, si hay algún problema o se produce algún daño, hay un seguro que me cubre. Tengo en la pared un póster de mi cantante favorito (creo que lleva ahí 37 años) y, si le pasara algo, me disgustaría muchísimo. Por eso, saber que ese tipo de cosas están contempladas en la Garantía para anfitriones me da mucha tranquilidad.

Que eligieran mi anuncio para aparecer en la publicidad de Airbnb. ¡Madre mía!